martes, 3 de julio de 2012



El discípulo de Cristo debe tener un oído disciplinado
En nuestro servicio de aconsejar es clave saber escuchar


Introducción                                                                                                   Hugo Baravalle

Dios nos dio dos oídos y una sola boca. ¿Será para que escuchemos mas y hablemos menos?
Hace unos cuantos años, cuando trabajaba en una fabrica automotriz, se me acercó un compañero que no era cristiano y pidió hablar conmigo a solas. Me contó de una situación intima que lo tenía preocupado. Lo escuché un buen rato, y luego le di alguna palabra de ánimo. Se ve que le hizo bien, porque comenzó a concurrir a la iglesia.
La conversación fue escuchar el noventa y ocho  por ciento y hablar el dos por ciento.

Una experiencia personal

Un día  llegó a mi oficina una persona que había pedido una entrevista por teléfono. Mi esposa la recibió y tuvo que ayudarla a llegar, desde la entrada de la casa hasta el lugar donde yo la estaba esperando, porque estaba llorando desde que tocó el timbre. Lloró varios minutos. Cuando logramos calmarla, sacó varias hojas de papel, en las cuales había escrito todo lo que tenía para decirme. Comenzó desde el presente y se remontó hasta su infancia.
La escuché por espacio de cuatro horas. Habló casi ininterrumpidamente. Solo hice algunas acotaciones para mostrar mi interés en lo que estaba escuchando. Otra vez el porcentaje que ocupé  en escuchar fue mucho mayor que el que usé para hablar.  Al final, oramos con mi esposa y esta hermana se retiró muy aliviada.
Al otro día vino su esposo y pudimos tratar algunas cosas que era necesario ajustar en el matrimonio. Han pasado algunos días y me cuentan que las cosas han cambiado para bien entre ellos.
¿Cuál fue mi servicio? Escuchar con atención, interés y amor a estos queridos hermanos y dar una sencilla instrucción para el caso.
Este último es un caso muy fresco de muchos que he tenido en mis treinta y cinco años en el ministerio.
En todos los casos he notado que es muy importante tener el oído preparado, disciplinado para oír. Es tan importante como estar capacitado para aconsejar, porque si no sabemos escuchar no podremos aconsejar correctamente.

La sangre en  los oídos de los sacerdotes

Levítico  8:22  Después hizo que trajeran el otro carnero, el carnero de las consagraciones, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero.
23  Y lo degolló; y tomó Moisés de la sangre, y la puso sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el dedo pulgar de su mano derecha, y sobre el dedo pulgar de su pie derecho.
24  Hizo acercarse luego los hijos de Aarón, y puso Moisés de la sangre sobre el lóbulo de sus orejas derechas, sobre los pulgares de sus manos derechas, y sobre los pulgares de sus pies derechos; y roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor.




Tenemos que oír a través de la sangre de Cristo

Es interesante notar que en la ceremonia de consagración de Aarón y sus hijos al servicio sacerdotal,  ponían sangre en el lóbulo de la oreja derecha. La sangre redime, purifica, santifica, capacita para el servicio.
Ahora hay un pueblo de sacerdotes que tiene que servir a una humanidad cada vez más necesitada  de ser oída para recibir  orientación.
Cuando se consulta a algún famoso en cualquier actividad, arte, deportes, etc. muchas veces se les pregunta si ha hecho terapia. La mayoría contesta que sí. A muchos los mueve el deseo de ser escuchados. Hay miles de personas que están con la apremiante necesidad de ser oídas.


Los que se acercaban a Jesús querían ser oídos
Algunos gritan como Bartimeo

San Lucas 18:35  Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36  y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
37  Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
38  Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39  Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40  Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41  diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
42  Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
43  Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.

Otros no  gritan, hacen tímidos pedidos, como el leproso.

 San Marcos 1:40  Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme”. 41  Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.Jesús oía y actuaba.

Somos el cuerpo de Cristo en la tierra. Estamos para hacer lo que el hizo

En nuestra tarea e aconsejar nos ayudará mucho seguir las instrucciones de santiago:
Santiago 5:19 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”.

Pronto para oír
1-      Paciente y concentrado.
2-      Sin interrumpir.
3-      Sin escandalizarse ante una confesión delicada.
4-       Sin apurarse a emitir juicio.
5-      Sin tomar partido.
6-      Sin involucrar las emociones.
7-      Escuchando en oración al Espíritu Santo .Teniendo el oído interno (espiritual) atento a lo que el Señor quiera decir en esa situación.
          Poniendo el filtro de la Palabra a todo lo que escucha. Escuchando lo que no se dice   pero está subyacente en la conversación. Discernimiento.

Tardo para hablar
8-      Actuar en fe-Dar la Palabra que nos de el Señor. Si es una Palabra de sabiduría, mejor. Algunas veces es solo un consejo.
9-      Seguir el caso, discipular
10-  Sabiendo desviar la conversación, con gracia, cuando se comienza a hablar mal de otro, o a cargar culpas en otro que no está presente.
11-  Luego de escuchar hay que sellar el oído y también la boca para no divulgar nada de lo escuchado. Muchas personas se han visto defraudadas porque se divulgó su confesión.  Algunas veces porque el oidor, abrumado, pidió ayuda. Otras por la debilidad humana del que escuchaba. En todos los casos, daña al necesitado de orientación. Quita la confianza y es caldo de cultivo para que el enemigo tenga cautivo en sus pecados no resueltos  a muchos sinceros hermanos nuestros.
            Tardo para airarse
            Debemos animarnos y seguir ,aun en los casos difíciles.
            No tirar la toalla
            ¡Mirá si Jesús hubiera abandonado nuestro caso!
            
Jesús decía “El que tenga oídos para oír oiga”

 Permítanme decir que esto debe ser como la comunión vertical y horizontal.
Vertical, para oír a Dios.
Horizontal para saber oír al prójimo.
Si logramos disciplinar a nuestro oído para oír a Dios, tendremos Palabra de el para que, cuando escuchemos a alguien necesitado, podamos ayudarle sin demasiada palabra humana.
Se necesitan más oídos limpios con la sangre de Cristo, santificados por la Palabra de Dios, llenos de amor y de paciencia para oír. Dispuestos emplear tiempo en esta tarea. Con el discernimiento espiritual necesario para saber encauzar al que habla, con el fin de ayudarle cuando su comentario entra en un terreno que no edifica. Un oído que pueda concentrarse  en una sola cosa.

Concentrarnos en una sola cosa sin distracción

Tenemos a  una preciosa hermana en una de nuestras congregaciones que quedó sorda por completo .Gracias a Dios, con un audífono puede oír algo. Pero solo puede oír una voz a la vez. Cuando hay un grupo y todos hablan al mismo tiempo no entiende nada.
Cuando estamos oyendo para ayudar a alguien debemos cerrar el oído interno a todo lo demás. No podemos estar escuchando a alguien deseando que termine por que  hay otras cosas que hacer. Esa es nuestra exclusiva tarea. Como esta hermana, debemos oír  una cosa a la vez.


La carga de Jesús

San Mateo 9:35  Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36  Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
37  Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
38  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

Conclusión

Cuando Jesús miró a las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor. Necesitaban orientación. Han pasado más de dos siglos y ha aumentado el número de personas que están en la misma situación.
Pongamos nuestros oídos al servicio del Señor para hacer nuestro aporte  en esta generación.
Esta tarea es no solamente para los pastores, o algunos especialistas, sino para todos aquellos que formamos el pueblo de Dios.