El discípulo de Cristo debe tener
un oído disciplinado
En nuestro servicio de
aconsejar es clave saber escuchar
Introducción
Hugo Baravalle
Dios nos dio dos
oídos y una sola boca. ¿Será para que escuchemos mas y hablemos menos?
Hace unos cuantos
años, cuando trabajaba en una fabrica automotriz, se me acercó un compañero que
no era cristiano y pidió hablar conmigo a solas. Me contó de una situación
intima que lo tenía preocupado. Lo escuché un buen rato, y luego le di alguna
palabra de ánimo. Se ve que le hizo bien, porque comenzó a concurrir a la
iglesia.
La conversación
fue escuchar el noventa y ocho por ciento y hablar el dos por ciento.
Una experiencia personal
Un día llegó a mi oficina una persona que había
pedido una entrevista por teléfono. Mi esposa la recibió y tuvo que ayudarla a
llegar, desde la entrada de la casa hasta el lugar donde yo la estaba
esperando, porque estaba llorando desde que tocó el timbre. Lloró varios
minutos. Cuando logramos calmarla, sacó varias hojas de papel, en las cuales
había escrito todo lo que tenía para decirme. Comenzó desde el presente y se
remontó hasta su infancia.
La escuché por
espacio de cuatro horas. Habló casi ininterrumpidamente. Solo hice algunas
acotaciones para mostrar mi interés en lo que estaba escuchando. Otra vez el
porcentaje que ocupé en escuchar fue mucho mayor que el que usé para
hablar. Al final, oramos con mi esposa y esta hermana se retiró muy aliviada.
Al otro día vino
su esposo y pudimos tratar algunas cosas que era necesario ajustar en el
matrimonio. Han pasado algunos días y me cuentan que las cosas han cambiado
para bien entre ellos.
¿Cuál fue mi
servicio? Escuchar con atención, interés y amor a estos queridos hermanos y dar
una sencilla instrucción para el caso.
Este último es un
caso muy fresco de muchos que he tenido en mis treinta y cinco años en el
ministerio.
En todos los
casos he notado que es muy importante tener el oído preparado, disciplinado
para oír. Es tan importante como estar capacitado para aconsejar, porque si no
sabemos escuchar no podremos aconsejar correctamente.
La sangre en los oídos de los sacerdotes
Levítico 8:22
Después hizo que trajeran el otro carnero, el carnero de las
consagraciones, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del
carnero.
23 Y lo degolló; y tomó Moisés de la sangre, y
la puso sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el dedo pulgar de
su mano derecha, y sobre el dedo pulgar de su pie derecho.
24 Hizo acercarse luego los hijos de Aarón, y
puso Moisés de la sangre sobre el lóbulo de sus orejas derechas, sobre los
pulgares de sus manos derechas, y sobre los pulgares de sus pies derechos; y
roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor.
Tenemos que oír a través
de la sangre de Cristo
Es interesante
notar que en la ceremonia de consagración de Aarón y sus hijos al servicio
sacerdotal, ponían sangre en el lóbulo de la oreja derecha. La sangre
redime, purifica, santifica, capacita para el servicio.
Ahora hay un
pueblo de sacerdotes que tiene que servir a una humanidad cada vez más
necesitada de ser oída para recibir orientación.
Cuando se
consulta a algún famoso en cualquier actividad, arte, deportes, etc. muchas veces
se les pregunta si ha hecho terapia. La mayoría contesta que sí. A muchos los
mueve el deseo de ser escuchados. Hay miles de personas que están con la
apremiante necesidad de ser oídas.
Los que se acercaban a
Jesús querían ser oídos
Algunos gritan como Bartimeo
San Lucas 18:35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un
ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó
qué era aquello.
37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
38 Entonces
dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Y los que iban delante le reprendían para que
callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a
su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él
dijo: Señor, que reciba la vista.
42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a
Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Otros no gritan, hacen tímidos pedidos, como el
leproso.
San Marcos 1:40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la
rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme”. 41 Y Jesús, teniendo misericordia de él,
extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.Jesús oía y actuaba.
Somos el cuerpo de Cristo
en la tierra. Estamos para hacer lo que el hizo
En nuestra tarea
e aconsejar nos ayudará mucho seguir las instrucciones de santiago:
Santiago 5:19 “Por esto, mis
amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para
airarse”.
Pronto para oír
1-
Paciente y concentrado.
2-
Sin interrumpir.
3-
Sin escandalizarse ante una confesión delicada.
4-
Sin apurarse a emitir juicio.
5-
Sin tomar partido.
6-
Sin involucrar las emociones.
7-
Escuchando en oración al Espíritu Santo .Teniendo el oído interno
(espiritual) atento a lo que el Señor quiera decir en esa situación.
Poniendo el filtro de la Palabra a todo lo que escucha. Escuchando lo
que no se dice pero está subyacente en la conversación.
Discernimiento.
Tardo para hablar
8-
Actuar en fe-Dar la Palabra que nos de el Señor. Si es una Palabra de
sabiduría, mejor. Algunas veces es solo un consejo.
9-
Seguir el caso, discipular
10-
Sabiendo desviar la conversación, con gracia, cuando se comienza a
hablar mal de otro, o a cargar culpas en otro que no está presente.
11-
Luego de escuchar hay que sellar el oído y también la boca para no
divulgar nada de lo escuchado. Muchas personas se han visto defraudadas porque
se divulgó su confesión. Algunas veces
porque el oidor, abrumado, pidió ayuda. Otras por la debilidad humana del que
escuchaba. En todos los casos, daña al necesitado de orientación. Quita la
confianza y es caldo de cultivo para que el enemigo tenga cautivo en sus
pecados no resueltos a muchos sinceros hermanos nuestros.
Tardo para airarse
Debemos animarnos y seguir ,aun en
los casos difíciles.
No tirar la toalla
¡Mirá si Jesús hubiera abandonado
nuestro caso!
Jesús decía “El
que tenga oídos para oír oiga”
Permítanme
decir que esto debe ser como la comunión vertical y horizontal.
Vertical,
para oír a Dios.
Horizontal
para saber oír al prójimo.
Si
logramos disciplinar a nuestro oído para oír a Dios, tendremos Palabra de el
para que, cuando escuchemos a alguien necesitado, podamos ayudarle sin
demasiada palabra humana.
Se
necesitan más oídos limpios con la sangre de Cristo, santificados por la
Palabra de Dios, llenos de amor y de paciencia para oír. Dispuestos emplear
tiempo en esta tarea. Con el discernimiento espiritual necesario para saber
encauzar al que habla, con el fin de ayudarle cuando su comentario entra en un
terreno que no edifica. Un oído que pueda concentrarse en una sola cosa.
Concentrarnos
en una sola cosa sin distracción
Tenemos
a una preciosa hermana en una de nuestras congregaciones que quedó sorda
por completo .Gracias a Dios, con un audífono puede oír algo. Pero solo puede
oír una voz a la vez. Cuando hay un grupo y todos hablan al mismo tiempo no
entiende nada.
Cuando
estamos oyendo para ayudar a alguien debemos cerrar el oído interno a todo lo
demás. No podemos estar escuchando a alguien deseando que termine por que
hay otras cosas que hacer. Esa es nuestra exclusiva tarea. Como esta hermana,
debemos oír una cosa a la vez.
La carga de Jesús
San Mateo 9:35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas,
enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y
sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36 Y al ver las
multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas
como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad
la mies es mucha, mas los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies.
Conclusión
Cuando
Jesús miró a las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban
desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor. Necesitaban orientación. Han
pasado más de dos siglos y ha aumentado el número de personas que están en la
misma situación.
Pongamos
nuestros oídos al servicio del Señor para hacer nuestro aporte en esta
generación.
Esta
tarea es no solamente para los pastores, o algunos especialistas, sino para
todos aquellos que formamos el pueblo de Dios.